Una educación de Tara Westover
La importancia de la educación para garantizar el pensamiento crítico en la sociedad.
«Podéis llamarlo transformación. Metamorfosis. Falsedad. Traición. Yo lo llamo una educación.» Tara Westover
Muchos conoceréis este libro que hace poco descubrí mientras buscaba información sobre Unorthodox, la popular miniserie de Netflix. Leyendo el resumen de la famosa producción sobre una chica que abandona su cultura judía ortodoxa, vi que estaba basada en las memorias de la protagonista de la historia, y claro, para una lectora empedernida, un libro es lo que el vino al borracho fino: siempre está mucho mejor, más profundo, te cuenta más, te engancha más.
La cuestión es que merodeando en internet buscando información sobre estas memorias, cuando añadí el famoso libro en la cesta de la compra de Amazon, el algoritmo de este gigante, me sugirió Una educación. Leí la sinopsis y hasta ahí todo quedó en una recomendación digital. Como muchas veces sucede, este libro, Una educación, se hubiera quedado guardado en mi lista de deseos interminable, si no fuera porque empecé a encontrarlo en todas partes en Instagram, incluso en la cuenta de alguna persona a la que sigo para informarme de temas económicos, por lo que pensé, muy bueno tenía que ser para ser tan recomendado. O eso, u otro algoritmo trabajando con mucha cordura, me mostró de forma insistente esta lectura hasta que finalmente, acabó en mi estantería de pendientes.
Me animé a leerlo, y siendo honesta, al principio me daba pereza. No porque pensara que era malo, si porque sabía que era muy bueno, y por supuesto, un dramón. Efectivamente, es una historia tan triste y tan bella, tan real y sorprendente que ahora que lo he acabado, estoy segura ha sido una de esas lecturas que me ha marcado para siempre. Vamos, de esos pocos libros que se te quedan grabados a fuego, y te sacan lágrimas en el autobús mientras das gracias a la mascarilla que te cubre el rostro para que no te vean gimotear.
Para empezar no me esperaba una historia donde se ejerciera tanta violencia sobre un menor, lo cual ha sido muy duro de leer y más de asimilar. La historia es la de Tara, una chica de Idaho, que crece en un entorno familiar mormón, sin tener acceso a cosas tan básicas como la sanidad o la educación, en un ambiente donde la doctrina está por encima de todo, y la seguridad de las personas queda en las manos de un Dios todopoderoso, que en ocasiones ejerce su crueldad a través de la interpretación y los ojos de la enfermiza creencia del padre de Tara. En las primeras páginas, ignorante de mi, busqué en qué época estaba ambientada la novela. Me topé con mi falta de juicio al descubrir que Tara es más joven que yo, y la historia que cuenta es la suya. Esto me impactó bastante, porque a decir verdad, cuando escuchas este tipo de historias, sobre sociedades que parecen vivir en otro siglo, siempre pensamos en culturas lejanas. Sabemos que existen, que están ahí, pero no son nuestros vecinos. Además, como los occidentales somos tan listos y estamos tan avanzados, siempre pensamos que estas cosas pasan en países donde no hay agua potable, los niños hacen trabajos forzados debido a la situación económica del país, y con gobiernos dictatoriales que controlan a una población sin estudios ni recursos. Pero Tara es estadounidense, vive en unas montañas aislada de la sociedad de consumo, y crece pensando que el final de los días está por llegar y necesitan prepararse para afrontar una tragedia sin precedentes. ¿Te suena a una historia real en EE.UU a finales del siglo XX?.
También me gustaría aclarar, para todos aquellos que esperen un libro crítico con las religiones en su versión más extrema, que este libro no es una crítica a ningún modelo de vida, pero si es un canto a la necesidad de conocimiento, ya que es la única forma de llegar a ser libres.
A través de sus recuerdos verás evolucionar a esa niña que cree de forma firme en todo lo que le cuenta su padre, hasta cuando siendo mayor decide estudiar y descubre un mundo que para ella no existía. Aprende que la historia de la humanidad que hasta ese momento regía su modelo de familia y sociedad, era la interpretación de una mente enferma que buscó apoyo en la religión mormona: la de su padre.
Lo peor de todo, es tener la certeza de que estas cosas pasan. Muchos niños viven aislados, encerrados entre los muros de una creencias que no pueden cuestionar porque no han podido ver lo que hay al otro lado de la valla. Tara tuvo la suerte y la curiosidad de salir de las montañas que la vieron crecer. Comprobó que podía caminar de otra forma, vestir de otra forma, e incluso sentir y creer en su dios de otra forma. Para ella la educación fue la puerta a la vida, a conocerse a sí misma y a tener voz propia. Lamentablemente, otros tenemos este recurso en nuestro poder y no somos conscientes del valor que tiene. Nos consideramos libres, pero caminamos haciendo círculos, ciegos por el consumo y lo que consideramos la libertad, incapaces de levantar la cabeza y poner en duda todas nuestras creencias y prejuicios.
Por eso he dicho al comienzo, que esta lectura me ha marcado. Gracias a ella, ha nacido en mi cabeza la sombra de la duda, han aparecido prejuicios que me han ayudado a juzgar con arrogancia sin profundizar en la verdad que sostienen otros. A Tara, le pasaba justo lo contrario. Criada en un ambiente en el que no tenía derecho a cuestionar sus ideas, se juzgó a sí misma hasta que aceptó que una vez retirado el velo que cubría sus ojos, nunca volvería a ser esa niña noble que adoraba a su familia.
Sus memorias me han hecho volver a pensar en los clásicos, en Sócrates y su famoso Yo solo sé que no se nada, o en el Mito de la Caverna de Platón, en el que unos individuos veían unas sombras y creían conocer la realidad. Me he pasado el libro buscando conceptos y leyendo un poco sobre algunas situaciones basadas en hechos reales de un país que consideramos el más adelantado del mundo, sin embargo nuestra idea de EE.UU es limitada y está sesgada por todos esos prejuicios que nos limitan y enmarcan con ideas preconcebidas una realidad más compleja.
Al principio del libro creía leer una historia de otro siglo, pero Tara nació en 1986, sin certificado de nacimiento en su propia tierra, sin asistir al médico hasta que cumplió los 19 años, sin entrar en un aula hasta los 17 años y sin saber lo que la palabra holocausto significaba hasta esa fecha. Triste, violenta, conmovedora, una lectura para creer en las personas y una lección de respeto a las creencias de los demás. Su humildad y su empeño por encontrar sus huellas en un pasado cruel demuestran que no basta con imponer nuestra verdad a otras personas creyendo que sus creencias son absurdas. La única cura para acabar con la ignorancia y fomentar el pensamiento crítico es través de la educación basada en la libertad, sin límites ni doctrinas.
Y una vez más, la historia se repite. No hace todavía un año, que vimos pegados al televisor, como miles de afganos se subían desesperados a un avión intentando huir de su hogar. Las redes sociales se llenaron de voces de mujeres que clamaban por la libertad pensando en el cambio tan radical que la vida de mucha niñas iban a sufrir con la instauración de un gobierno talibán. Ahora, esas niñas han caído en el olvido, no existen porque no están. Otra vez vuelve el mito de la caverna, vemos sombras y creemos que es la realidad. No sólo las niñas perderán su derecho a aprender, muchos niños también sufrirán la restricciones de una religión que parece favorecerles, pero que realmente los encierra bajo la dura mirada de un fundamentalismo que nada tiene que ver con la religión. El Islam, al igual que otras religiones, no premia la ignorancia ni castiga a sus fieles. Una vez más, es la interpretación del hombre la que se impone. Mientras tanto, en el mundo miles de niños no tienen acceso a una educación digna y en países supuestamente avanzados como el nuestro, unos políticos deciden que asignaturas deben formar parte del currículo escolar, quitando y poniendo religión o filosofía a su gusto. Como decía Tara: Who writes the history?. Nosotros tenemos el deber de cambiarla.